4 pasos sobre cómo mejorar la Inteligencia Emocional

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¿Quieres desarrollar tus habilidades en Inteligencia Emocional?, aquí vas a encontrar una pequeña guía de 4 pasos sobre cómo mejorar la Inteligencia Emocional, para saber por dónde empezar. Este artículo no es un compendio sobre la materia, si es eso lo que buscas tal vez te interese leer alguno de los excelentes libros de Daniel Goleman, toda una eminencia. Esta es una guía práctica para empezar a mejorar de manera simple –y no siempre fácil- tus habilidades en Inteligencia Emocional.

 

Contexto. ¿De qué estamos hablando? De la capacidad de percibir y controlar los propios sentimientos y saber interpretar los de los demás¹. Concretamente de la habilidad, pues afectarán tanto nuestras aptitudes como actitudes, de ser conscientes de los sentimientos propios y de los demás y de la autogestión y la gestión de las relaciones. Es decir, en un sentido simple, hablamos de ser conscientes y de gestionar nuestros sentimientos, algo fundamental en el ejercicio de un liderazgo eficaz.

¹ Definición de Inteligencia Emocional según la Real Academia Española, www.rae.es

 

¿Cuáles son los beneficios de la Inteligencia Emocional?

Lo que en general y resumidamente podemos esperar de mejorar nuestra inteligencia emocional es conectar más con un@ mism@ y con l@s demás. De ello derivará directamente el estar durante más tiempo en un estado de flujo, cuando nuestro rendimiento, la capacidad de colaboración y de manejo del estrés se optimizan.

 

Tod@s tenemos potencial por desvelar en este sentido, y también mucho aprendido a lo largo de nuestras experiencias. Es importante, tanto para quienes nos iniciamos en este proceso de aprendizaje como para las personas más expertas y trabajadas emocionalmente, no perder el foco en un@ mism@. Es natural que al adentrarnos en estos conceptos tendamos a tener pensamientos del tipo “mi jefe no tiene una pizca de inteligencia emocional”, “mi pareja no es empática conmigo”, “mis padres no saben nada sobre cómo me siento” o “a este equipo le falta saber escucharme”, no obstante partiendo desde la autoconciencia y la autogestión nos resultará más fácil el camino de la resolución de este tipo de conflictos.

01_03Enfócate en ti. -Uy, eso suena egoísta-. Enfocarse en un@ mism@ implica mirar hacia adentro, pararse a tomar conciencia de lo que ronda en nuestro interior antes de dirigirnos hacia afuera, es decir, hacia los demás. Para ello dedícate a notar sensaciones en tu cuerpo. Sensaciones como las que podemos sentir al estar enojados, o cuando no somos respetados, cuando nos dicen algo agradable, cuando no nos escuchan, al recibir una buena noticia, al estar simplemente tranquilos.. toma nota de dónde y de qué manera tienen eco en tu cuerpo los sentimientos para cada situación. Ejemplos pueden ser el calor en la frente ante el miedo, o la sensación de que se encoje el estómago ante la ansiedad, u otros más figurativos como una “bola de fuego en el pecho” ante la ira o “una pelota en la garganta”  ante la vergüenza. En este sentido cada uno tiene sus sensaciones y lo mejor es que las describas como mejor sean representadas.

Este ejercicio es recomendable empezarlo en frío. Si esperamos a estar en medio de una discusión para tomar conciencia de estas señales internas, nos pasarán inadvertidas. Algo especialmente útil es hacer revisión de sensaciones una vez haya sucedido una situación intensa emocionalmente, sea alegre o triste, bien la consideremos positiva o negativa. El caso es pararse a notar.

Y, ¿de qué sirve saber qué notas cuando estás enfadado, alegre o ansioso? Buena pregunta. Esto tiene que ver con el funcionamiento interno de nuestro cerebro. Es como si una parte de nosotros es la que responde a nuestra voluntad, a lo que queremos, y otra responde a lo que percibimos, a lo que necesitamos.  Una más racional y la otra más emocional. Poner conciencia en nuestras sensaciones es, de algún modo, como si entrenáramos a la parte emocional a entenderse racionalmente: “La ira la siento así”.  “La conexión la siento asá”. Sirve para empezar a trazar conexiones entre lo racional y lo emocional.

2Respira, tómatelo con calma. Cabrearse o darle vueltas a la cabeza, reir o llorar, es humano. También puede serlo el obcecarse, el preocuparse por algo que nos interesa o nos resulta importante. Y eso precisamente nos perjudicaría sobre el ejercicio propuesto en el paso anterior. -¡Es una trampa sin salida!- En verdad no, el segundo paso consiste en escuchar con atención. Estar en silencio, dedicarse un espacio de serenidad y recogimiento con un@ mism@. En este sentido, la práctica de la meditación, un paseo por la naturaleza o lo que sea que te haya venido a la mente contribuirá a escuchar con atención. Imagina que estás teniendo una conversación con alguien. Viene a ser como si en vez de pensar en sobre las palabras de tu interlocutor, las sintieras en ti. A éste proceso de escucha tanto interior como exterior, le afectan muchas variables. Como base, tener cubierto el equilibrio entre dormir, comer, ejercitarse físicamente y dedicarse tiempo –un poquito- a un@ mism@ serán grandes aliados.

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Escuchar con atención es escuchar con intención. Es aplicable a un@ mism@, -escucharse-, y también a los demás. En ambos casos te resultará útil dejar pasar tus pensamientos enfocándote un poco más en las sensaciones, sobre ti mism@ y sobre los demás. Presta atención a la persona en su conjunto y no tanto a sacar rápidas conclusiones. Como un explorador, procura estar más pendiente en descubrir que en asignar similitudes con lo ya conocido.

Entonces, al escuchar con atención, surgirán las ideas de cambio, de mejora. Tendremos idea de cómo nos gustaría que fuesen determinadas sensaciones, relaciones y situaciones. Podremos definir cómo queremos responder a lo que nos rodea. Punto de partida para el siguiente paso.

01_05En este punto puede ser especialmente útil tomar nota de aquello que estemos experimentando como fruto de querer mejorar nuestra Inteligencia Emocional. Surgirán ideas, sensaciones, emociones que nos ayudarán a determinar en qué queremos cambiar nuestro modo de responder naturalmente al mundo. Es decir, en esta fase visualizaremos, imaginaremos el modo en quisiéramos afrontar determinadas situaciones que se producen de manera natural y no nos gustan.Enhorabuena, si has llegado a este punto implica que no sólo empiezas a ser consciente de tus sensaciones y de tus propósitos de mejora sino que además quieres gestionarlos. Bienvenid@ a la definición de la intención, el momento de levantar la cabeza y decidir. ¿Qué es lo realmente importante? ¿Cómo quieres afrontarlo? ¿A qué estás dispuest@? ¿Qué hacer si las cosas se ponen feas?.. Éstas pueden algunas de las preguntas que hayan surgido en la fase de escuchar –o escucharse- con atención. No obstante las respuestas a veces requieren su propio proceso.

Ejemplos que nos pueden inspirar son el modo de encarar discusiones entre parejas, padres, madres e hijos. O el modo de relacionarse y responder a un compañero en el trabajo. O de mejorar el modo en que nos relacionamos con los demás para “moverlo” hacia algo que nos resulte satisfactorio. Son recurrentes las veces en que de manera natural respondemos de un modo tal a alguien, que ni nos gusta ni nos aporta valor.
4Definir la intención, responder a ¿Qué es lo que te importa? Es tu siguiente paso. No escatimes en palabras o expresiones aparentemente sin sentido, o en conversaciones, dibujos o pinturas, sonidos o sabores para definir tu intención. Hablamos de emociones, y por lo tanto de matices.

En ésta fase el objetivo será tomar las riendas de nuestras reacciones para convertirlas en respuestas voluntarias. Será el momento de practicar, practicar y aceptar los fallos como parte útil del proceso de mejora de nuestra Inteligencia Emocional. Ésta es la fase de la autogestión.

Nota importante: tómate tu tiempo, el proceso de autogestión requiere práctica, y suele seguir un orden:

  1. Muchas veces la habilidad de ser conscientes y gestionar sentimientos, nos pasa inadvertida. Es decir, que de consciente tiene poco. Ese momento emocional intenso, ni lo veo venir ni lo gestiono, y lo que me queda es una sensación de incomprensión, de desconexión. Ante determinado conflicto, no he sido consciente ni me he autogestionado. Practica sobre los pasos 1 y 2.
  2. Otras veces, pese a que ese momento emocional intenso, ni lo vea venir ni lo gestione in situ, justo un instante después nos hace ser conscientes. Eso nos da la oportunidad de autogestión, a posteriori. Por lo que he sido consciente aunque no me haya autogestionado. Practica sobre los pasos 2 y 3.
  3. Aquí está el verdadero salto en la autogestión: cuando en una situación que se tuerce hacia fuera de lo que me gustaría haber vivido, siendo consciente de ello, en medio de la intensidad, no respondo. Aun así, si lo hago momentos después, actuando en consecuencia de cómo me hubiese gustado responder, cómo lo he hecho y cómo decido hacerlo ahora, que la llama del momento emocionalmente intenso ya ha pasado. Un ejemplo que probablemente a todos nos haya pasado es el de pedir perdón tras una discusión en la que por ejemplo hemos acabado faltando al respeto, elevando la voz o transgrediendo algo que habíamos pactado con la otra persona. Ese impulso a pedir perdón a posteriori, dando un paso al frente y afrontando ese “coste emocional” implica -habiendo sido consciente- un claro ejercicio de autogestión. Sigue practicando.
  4. En ocasiones una persona marca la diferencia y ante una situación de estrés individual o colectivo, una relación tensa o un conflicto, responde siendo consciente y autogestionándose. Afrontando ese momento de máxima intensidad emocional con integridad. Es todo un logro que suele tener un impacto tremendo en los que lo presencian, como un efecto mariposa que irradia resonancia y facilita el estado de flujo propio y de los demás.

 

Es complejo estar en un estado de flujo en todo momento. Ser íntegro, consciente y disponer de capacidad de autogestión no sólo depende de un@ mism@. El nivel de estrés de la situación, la interrelación con los demás, el coeficiente de inteligencia emocional colectiva y las habilidades de comunicación, intervienen en la capacidad cerebral de conectar nuestras emociones con nuestras voluntades, y por lo tanto del fruto de su trabajo en equipo, la inteligencia emocional. Acompañarse de un espíritu de mejora continua, voluntad y práctica serán determinantes en nuestro proceso de aprendizaje.

 

Estos 4 sencillos pasos para mejorar en Inteligencia Emocional ocupan cientos de páginas en libros, miles de palabras en conferencias, y sobretodo muchas emociones por sentir. Por lo que respira, siente, escucha, decide y conecta con mucha intención, y mejorarás tu habilidad en Inteligencia Emocional.

 

Pablo Lapuente

Fundador/Instructor en LIFE Leadership School (www.lifeleadershipschool.com)

Formador y Coach especializado en Liderazgo, Organizaciones y Relaciones e Inteligencia Emocional

Guía de Montaña y de Piragüismo