Afrontar los retos en equipo. Lo que la naturaleza nos enseña
Riesgos y toma de decisiones, dinámicas de roles, factor social, atención, procesos de cambio de motivación, de la necesidad de controlar a la capacidad de gestionar… Afrontar los retos en equipo en la travesía por los Valles de Llauset, Vallibierna y Angliós.
La planificación la habíamos realizado concienzudamente: factor humano, factor terreno e itinerario y factor condiciones. Teníamos identificados los puntos clave, los recursos, las alternativas y los tiempos de paso. También que con amenaza de mal tiempo no afrontaríamos el tramo de 500 metros de cresta por encima de los 3000 metros de altura con pasos de I y II-. La previsión meteorológica (meteo) indicaba posibilidad de tormentas justo cuando preveíamos estar dejando atrás la cota 3000 y además estaba muy variable, podía cambiar fácilmente mientras estuviésemos allí arriba.
La prevención de riesgos y toma de decisiones ha de ser un proceso constante, no apegado a decisiones tomadas con anterioridad o a expectativas que condicionen la seguridad o cualquier otra “norma” –o valor- de referencia.
Por eso, – en primer lugar-, decidimos cambiar lo planificado y aprovechar la ventana de tiempo sin tormentas para afrontar la parte de mayor exigencia técnica de la ruta. En segundo lugar porque sabíamos que para gran parte del equipo (factor humano) ascender estos dos magníficos tresmiles del pirineo, el Culebras y el Vallibierna, suponía cierta importancia, con lo que queríamos propiciarlo. En tercer lugar, para cuando se preveía probabilidad de tormentas teníamos posibilidades de escape ya a cotas inferiores de 2600 metros de altura aun manteniendo la configuración circular de la ruta.
La prevención de riesgos y toma de decisiones ha de ser un proceso constante, no apegado a decisiones tomadas con anterioridad o a expectativas que condicionen la seguridad o cualquier otra “norma” –o valor- de referencia.
En lo que el cambio –determinábamos- jugaba en nuestra contra era el incremento de exigencia física de la ruta y el factor psicológico de alcanzar los tresmiles ya no como colofón final sino como inicial. Ambos aspectos eran menos prioritarios que la seguridad y la importancia de intentar la ascensión a sendos tresmiles.
Comunicamos el cambio al resto del equipo y fue comprendido y aceptado, percibiendo los nervios que suscitaba anticipar la parte más exigente de la ruta, el reto estaba servido y a flor de piel.
Cuando alguien “se viene abajo” surge en otro el “venirse arriba”, es una cuestión de roles de liderazgo que va más allá de la montaña, pasa en nuestros hogares, aulas y organizaciones, también en la Naturaleza
Si ya antes de empezar nos habíamos tenido que adaptar a las condiciones, seguiríamos afrontando ese mismo reto durante la progresiva y anunciada pendiente de acceso al collado de Llauset (2.869m) desde la presa de Llauset (2.182m). El equipo contaba con distintos ritmos de progresión y no queríamos dividirnos, para pasar juntos por ello debíamos adaptarnos los unos a los otros y eso requiere esfuerzo por parte de todos. Generalmente cuando por lesión, cansancio o ánimo alguien “se viene abajo” surge en otro el “venirse arriba”, es una cuestión de roles de liderazgo que va más allá de la montaña, pasa en nuestros hogares, aulas y organizaciones, también en la Naturaleza. De un modo intencional esa energía que se “viene arriba”, que se incrementa, puede servir de apoyo a quien anda menos fuerte. Y ser útil tanto al que da ayuda como al que la recibe, como a la relación entre ambos y al clima en el resto del equipo. No así, puede implicar la disipación del equipo y también de los recursos, dando pie a la diversificación y especialización de ambas partes. (En la Naturaleza este mecanismo interviene en comportamientos de reproducción, dominancia, depredación y selección natural).
En nuestro caso todos nos esforzamos en adaptarnos y llegar bien de tiempo y de fuerzas a la antesala de la mole de roca que supone la cresta del Vallibierna, empezando a afrontar algunos pasos de I (implica el uso de manos para equilibrarse al caminar) ya antes de coronar el Culebras (3.053m). Al mirar atrás las nubes nos abrieron el paso a la vista por el Valle del Vallibierna – que lleva al de Benasque-. También a las sonrisas dibujadas en todos nosotros de ver que estábamos tan cerca y tan a gusto, tan alto y tan arriba. Ahora ya sí funcionando como una manada cohesionada y consciente de cada una de las personas que se habían esforzado y mentalizado en llegar allí y en afrontar los retos en equipo.
El factor social puede animar a alguien a hacer algo de lo que no se siente convencido
Un primer grupo nos anticipamos a montar una cuerda para evitar el Paso de Caballo por su lado sur y asegurar una bajada bastante vertical y descompuesta. El paso de caballo es un tramo de 20 metros de cresta de entre 20 y 50 cm de ancho, con caída vertical al sur y pendiente de unos 60º al norte. Se llama así porque muchos son los que escogen superarlo a horcajadas. Al tener excelentes agarres de mano y buenos de pies, otro modo de hacerlo es con las manos en la propia arista y los pies en los apoyos que encontremos. En ambos casos una caída fortuita resultaría fatal, por lo que en caso de quererlo superar minimizando los riesgos es necesario montar una cuerda a modo de pasamanos al filo de la cresta -donde hay 4 chapas de escalada- y asegurarse con cintas y un par de mosquetones o un kit de vías ferratas.
El factor social puede animar a alguien a hacer algo de lo que no se siente convencido, tal y como lo hemos podido reconocer en la adolescencia. Por lo que dar a escoger, en términos de seguridad, puede ser una mala decisión. En nuestro caso, dado el número de componentes del equipo, éramos 12, consideramos que nos costaría menos tiempo alcanzar el Vallibierna (3.059m) por la terraza al sur del Paso de Caballo. Justo a tiempo de comer con vistas a la base del macizo del Aneto-Maladeta, que queda justo en frente al otro lado del valle. Además poco tiene que envidiar el paso de caballo si lo comparamos con los 500 metros de cresta total que se pueden llegar a cubrir. Impresionante
Eso, con la práctica, es muy útil para entrenarnos en poner atención en cada cosa que hacemos
En este punto todos pudimos relajarnos y bajar la guardia para comer. Llevábamos cerca de hora y media progresando por un terreno vivo, rocoso e indómito con nuestro foco puesto en apoyar manos y pies allí donde antes habíamos puesto la mirada. Eso, con la práctica, es muy útil para entrenarnos en poner atención en cada cosa que hacemos. Como lo es el descansar, desconectar de esa atención focal para reparar en los demás y en el magnífico espectáculo de alta montaña a nuestro alrededor. Nos quedaban 300 metros más de atención para acabar de salir de la cresta, así que con buenas sensaciones emprendimos la bajada hacia el Refugio de Llauset (2.430m) tras haber recorrido cerca de 9 km y 900 metros de desnivel positivo acumulado.
Ya durante la bajada se forjó ese clima tan propicio para estar a gusto: conversaciones distendidas salpicadas con momentos de silencio introspectivo. Cansancio, una ducha caliente y una buena cena nos aguardaban. Aprovechamos para valorar el día e incorporar una charla sobre seguridad en montaña.
En el rápido ascenso a la Collada de los Ibones (2.521m) y en el descenso a los llanos de la cabaña de Angliós (2.231m) reinaba un clima relajado, de vuelta, tras haber asumido ya el reto principal que suponía la cresta del Vallibierna. Las vistas eran espectaculares, en la cabecera del valle de Angliós rodeados por ibones, prados y roca, coloreados por el sol. No obstante sabíamos que a partir de las 14h la probabilidad de tormentas sería notable y cuando presenciamos el imponente lomo desde la Colladeta de Riueño (2.282m) hasta el Collado de Angliós (2.434m) parece que nos pusimos las pilas de nuevo. Una rolliza marmota nos indicó el camino ya bien preparada para pasar el invierno. Y empezó de nuevo el esfuerzo, la ascensión al Pic del Cap de Riueño (2.592m) nos mostró unas vistas espectaculares del vecino macizo de los Beciberris, la cresta de Salenques y el Mulleres y los valles de Llauset, Angliós y Riueño cayendo a nuestro alrededor. Aprovechamos para comer algo y prepararnos para no hacer más paradas hasta alcanzar nuestro punto de destino final, ya que la tormenta se estaba formando y la querencia a la cuadra (el ímpetu de llegar al coche) empezó a surgir en el equipo.
Un proceso de cambio de motivaciones nos puede llevar a dejar de estar presentes para enfocarnos en un momento futuro
En ocasiones tenemos la necesidad de acelerar el paso para acabar lo antes posible aquello que estemos haciendo. Un proceso de cambio de motivaciones es entonces el protagonista de nuestro comportamiento, que incluso nos puede llevar a dejar de estar presentes para enfocarnos en un momento futuro. Aún así nos enfocamos en estar unidos ya que las nubes empezaban a bajar en detrimento de la visibilidad. Y tras coronar el Pic dels Bous (2.602m) sobre las 14:00 h empezó a granizar y a caer algunos rayos. De nuevo –como en el Montardo- una situación en la que la serenidad imperante fue nuestra gran aliada para mantenernos a gusto bajo la tormenta, sin romper el equipo, sin que prevalecieran individualidades, ayudando al compañero de al lado a continuar. Un ejercicio ideal para desarrollar la resiliencia. La última prueba que nos puso entonces la montaña.
Esta travesía supuso un ejercicio de entrenamiento para pasar de la reactiva necesidad de controlar a la creativa capacidad de gestionar
En muchas ocasiones sentimos la necesidad de controlar. A nosotros mismos, como por ejemplo deseando no mostrarnos nerviosos o expuestos. A los demás, “quiero que Menganit@ sea de esta manera o haga las cosas así” o al propio entorno, como cuando uno piensa que todos los males están a su alrededor y cambiándolo se solucionarán. En este sentido esta travesía supuso un ejercicio de entrenamiento para pasar de la reactiva necesidad de controlar a la creativa capacidad de gestionar. Porque desde la necesidad de control nos hubiésemos comportado ariscos en momentos de tensión, egoístas en momentos de necesidad ajena y miedosos ante el desconcierto. Y no así, llegamos cansados, sonrientes y juntos al punto final. Parando incluso después a comentar la jugada con un alegre cafelillo o una fresca cervecita, revisando la travesía y determinando aciertos y posibles puntos de mejora.
Paso a paso entre todos lo habíamos conseguido, afrontar los retos en equipo es lo que esta vez la Naturaleza nos había enseñado. Y a seguir caminando.
Más sobre liderazgo, Inteligencia Emocional, Naturaleza y otros temas en este blog, síguenos en fbk o suscríbete a nuestra Newsletter –introduciendo tu nombre y email al pie de esta página-.
¡Conoce experiencias inspiradoras: nuestros cursos y talleres de Inteligencia Emocional y Liderazgo en la Naturaleza!
Pablo Lapuente
Co-Fundador/Instructor en LIFE Leadership School
Formador y Coach especializado en Liderazgo, Organizaciones y Relaciones e Inteligencia Emocional
Guía de Montaña y de Piragüismo