Cómo mejorar la autoestima: Preparar el camino
¿Quieres mejorar la Autoestima? Aquí presentamos qué tener presente para empezar a mejorar la autoestima en adolescentes y adultos. Aspectos útiles a tener en cuenta para preparar un camino que va a requerir altas dosis de Inteligencia Emocional, diversión, retos, cierto orden y fe, en uno mismo y en los demás.
¿Qué es la autoestima? La autoestima es la valoración que tenemos de nosotros mismos en un momento dado. Esa evaluación que cada un@ tiene de sí mism@ que a la vez se nutre y propicia tanto sensaciones como situaciones.
Es, por lo tanto, algo que fluye según la interpretación que hacemos de la información que obtenemos de cada momento, tanto de ahí fuera como de nuestro interior. Y al mismo tiempo algo que nos predispone ante nuevas experiencias y las vivencias que tengamos de ellas. Abarca varios factores intrínsecos de la Inteligencia Emocional.
Tras esta introducción es importante matizar si el interés que tienes, lector, sobre el artículo radica en mejorar la autoestima o en ayudar a alguien a mejorar la suya. Exigirá, en cualquier caso el ejercicio de abstraerse por unos instantes y tratar de observar la visión general que ofrece este artículo. Deja tu vocecilla y las conclusiones para cuando hayas acabado de leer y estarás más predispuesto a sacarle el jugo.
Es normal atravesar periodos de tiempo más flojos, has de saber que se puede mejorar la autoestima, a cualquier edad. Se le suele asignar mayor criticidad a la baja autoestima cuando surge en niños o adolescentes, pues se considera que es entonces cuando mayor potencial de desarrollo tenemos. Por lo que a su vez es también frecuente encontrar adultos que no reconocen estar pasando por un periodo de baja autoestima, creyendo que son demasiado “adultos” como para cambiar o llegar a sentirse mejor. En cualquier caso podemos decir que la autoestima es como una bola con inercia, que se va forjado por diversos factores durante el desarrollo de una persona (infancia, adolescencia, edad adulta) y que puede cambiar si le dedicamos atención y trabajo durante unos cuantos meses.
El impacto de un estado de baja autoestima puede afectar no sólo a la persona en cuestión, sino también a quienes le rodean y al contexto o clima exterior. Y a la inversa. Adquiere, por lo tanto, una dimensión sistémica; nos será útil tenerlo en cuenta de cara a mejorar la autoestima. Es decir, se trata de mirar el asunto con amplitud de miras no sólo poniendo el foco en uno mismo, ni tan sólo en los demás o en el contexto, más bien en su conjunto. De algún modo se trata de ganar perspectiva.
La realidad es un concepto relativo. Ante un mismo acontecimiento la vivencia y su posterior valoración, pueden ser tan diversos como personas a las que se les pregunte.
Quien tiene una baja autoestima, en un momento dado, además de tener malas e incómodas sensaciones –como la que por ejemplo aporta la ansiedad-, siente poca confianza en sí mismo, es muy sensible a sus limitaciones y puntos débiles preconcebidos y poco a los fuertes. Tiende a actitudes muy conservadoras ante el riesgo, mejor no ganar nada que afrontar la posibilidad de perder. Imagina unas “gafas” que al ponértelas, te hiciesen sentir desganado, sin grandes sueños, un tanto desgraciado y atrapado bajo un disfraz. Son las que lleva puestas durante todo el día.
Con tal de hacernos a una idea de lo que puede implicar tener la autoestima baja, imaginemos ahora como responderías a una situación en la que con esas “gafas de la baja autoestima” puestas:
- Siendo niño, se te ha olvidado la bolsa de la comida en casa.
- Siendo adolescente, te hacen salir a exponer algo frente al resto de alumnos.
- Siendo adulto, tu pareja te transmite lo mucho que te necesita y depende de ti.
- Siendo padre, a tu hijo le van mal los estudios o el trabajo.
Para remarcar la diferencia, imagina cómo responderías a cada una de las situaciones anteriores bajo unas “gafas” que al ponértelas te hiciesen sentir confiado, sereno, conocedor de cosas a mejorar en ti y también de aquello que se te da mejor.
Con una autoestima baja, condicionamos las situaciones y experiencias que ocurren a nuestro alrededor, propiciando que ese proceso se perpetúe. No obstante, siempre hay posibilidad de un factor sorpresa, estímulos que pueden surgir súbitamente y que nos hacen responder de manera distinta, dejando nuestra percepción a la baja a un lado y actuando de tal manera que ,de repente, reconocemos un logro en nosotros. Una meta cumplida, algo de lo que alegrarnos y sobre lo que recapacitar, para hacer una autoevaluación más certera y mejorar la autoestima.
Quien piensa que en el siguiente paso va a tropezar, está incrementando la probabilidad de hacerlo. Y claro, quien piensa asiduamente en determinada oportunidad, propicia que acabe sucediendo. Esto es debido al concepto de “ensayo mental”, que es la visualización de un evento futuro y que crea nuevas cadenas neuronales, por ejemplo se emplea en el ámbito del rendimiento deportivo, visualizando los movimientos de ese salto, carrera o gesto técnico deseado. Es un modo de predisponernos a que algo ocurra, aunque no resulte útil obsesionarse con ello.
Quien se relaciona con alguien que tiene baja autoestima, como decíamos, se ve influenciado en función de la naturaleza de la relación y del contexto en el que acontezca. No es lo mismo vivirlo como madre, que como jefe en situación de crisis, que como hijo en paro, compañero de trabajo o como pareja a la que uno quiere conservar a toda costa, ni mucho menos como un absoluto desconocido con el que coincidimos en un viaje. La sensación común es la absorción de gran cantidad de energía por parte de la otra persona, el cómo reaccionamos momentáneamente es complejo de abarcar.
Podemos decir, no obstante, que si la baja autoestima impacta en la relación durante mucho tiempo, las respuestas tenderán a ser disonantes, llegando a mostrar escepticismo, rechazo, agresividad o egocentrismo.
Un efecto asociado a mejorar la autoestima es el de tener relaciones más satisfactorias para todos los que forman parte de ellas. Estar a gusto con alguien, disfrutar relajadamente, atraer y sentirse atraído o sentirse motivado por un compañero, un empleado o un jefe son ejemplos del impacto que puede tener en las relaciones.
Según el nivel de estrés de la situación afrontada por una persona con baja autoestima se producirán cambios hacia la mejora o hacia el empeoramiento. Con niveles demasiado bajos de estrés la apatía y la falta de activación podrán conducir hacia estados de pasividad y mayor aislamiento. Por el contrario, niveles demasiado altos de estrés reforzarán la desconfianza en uno mismo y aumentarán la sensación de miedo. Existe pues un nivel de estrés óptimo en el que hallar la motivación, el reto asumible, algo por lo que merezca la pena un poco de esfuerzo y riesgo.
Ingredientes básicos para mejorar la autoestima (la tuya y la suya)
Son puntos aplicables tanto por la persona que quiere mejorar la autoestima como por la que quiere ayudar o acompañar a otra, a mejorarla.
Divertirse no cuesta tanto y nos hace sentir sensaciones óptimas para comenzar a mejorar nuestra autoestima y la de los demás. Busca pequeñas actividades que te diviertan y que dependan de ti sin perjudicar tu salud ni la de otros. Sonreír es algo que beneficia tanto al que lo hace como al que lo presencia. ¡Ah! No cuenta seguir haciendo lo mismo que hasta ahora: si nada cambia, nada cambia.
Fijar pequeños retos, hitos que cuesten algo de esfuerzo pero que sean realizables. Es seguir la consigna de desarrollo próximo, aprendiendo de forma simple y no siempre fácil. Lo cual contribuye a entrenarse a niveles de estrés óptimos, que generen motivación e interés y que a su vez, impliquen aprendizaje con el que poder avanzar en un entorno no controlado.
Establecer un equilibrio, cierto orden en la cotidianeidad. Dicen aquello de que el hábito hace al monje, pues con nuestros cerebros, pasa lo mismo. Diversos estudios indican que un periodo de 3 a 6 meses suele ser suficiente para consolidar cambios en nuestros patrones de conducta y mejorar la autoestima. Por lo que hay que tomárselo con calma y tratar de que haya una continuidad y regularidad. Pautas básicas como dormir entre 7 y 8 horas, levantarse temprano, hacer ejercicio físico con regularidad, comer equilibradamente y dedicarse atención, serán grandes aliados. Levantar la cabeza y emplear el cuerpo al aire libre frente a estar pegado a un móvil o a un ordenador, mucho mejor.
Tener fe en uno mismo, y en los demás. Confianza, intención en que, tras la tormenta –cualquiera-, siempre viene la calma. ¿Cómo confiar cuando precisamente uno siente desconfianza?
Por naturaleza podemos desear el bienestar propio o ajeno con inmediatez. Prueba a mantener la serenidad ante el llanto, que no pasa nada por llorar. Date y dale tiempo para que las cosas vayan cambiando poco a poco. Tendemos a querer liberarnos de la carga acumulada de ansiedad que provoca el malestar ajeno al tener pequeños avances, y es un camino en el que se suele dar dos pasos y retroceder uno.
La comunicación, expresarnos y escuchar, nos sirve para no reprimir lo que nos ronda por dentro y a abrirnos a novedades.
Fijar plazos razonados, en los que cumplir pequeñas metas, contribuye a generar compromiso y criterio ante el siguiente paso. De vez en cuando párate a mirar atrás y a valorar el esfuerzo dedicado al camino recorrido. Si te está costando siempre puedes recurrir a un profesional que te ayude a mejorar la autoestima.
Entrénate en Inteligencia Emocional y en liderazgo, aprenderás a mantener un equilibro en hacer y dejar hacer que las cosas vayan a mejor, las tuyas y las de los demás. Los retos forman parte de la vida.
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Pablo Lapuente
Fundador/Instructor en LIFE Leadership School (www.lifeleadershipschool.com)
Formador y Coach especializado en Liderazgo, Organizaciones y Relaciones e Inteligencia Emocional
Guía de Montaña y de Piragüismo