Trekking Perú LIFE: personas comunes logrando un reto extraordinario

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Trekking Perú LIFE: personas comunes logrando un reto extraordinario

A finales del pasado verano el espíritu de SUPERACIÓN y AVENTURA –en mayúsculas- ha llevado a algunos socios del  gimnasio Ekke y a otros viajeros amantes del trekking hasta muy cerca del techo andino del Perú. En formato de expedición formativa y de la mano de LIFE Leadership School, personas comunes han logrado un reto extraordinario, recorriendo 100 km y superando los 5.000 metros de altura alrededor del macizo del Ausangate, la quinta montaña más alta del Perú. Este es un relato de esta i nolvidable experiencia.

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Bajo infinitos años de historia, cultura y huellas, a través de la sangre, el trabajo, la vida y la muerte. A través de la dureza del calor ecuatorial de lo que fue considerado el ombligo del mundo, y del frío gélido y árido del altiplano. Por encima del olvido imperial y de la ingenuidad de nuestra mirada, por encima de los drásticos contrastes, vive una tierra inmensa, compleja, enraizada a ambos lados de los Andes, donde en las montañas más altas habitan los Apus, donde la Pachamama hace fluir la energía que todo lo contiene, que todo lo entrega, que todo se lleva.

Cuando más grande es el reto que afrontamos , mayor es el potencial de superación

Viajábamos al Perú con tres propósitos para este trekking formativo: completar todo el itinerario programado con seguridad, disfrutar de unas vacaciones diferentes y aprender sobre el fomentar lo mejor en los demás desde el liderazgo relacional. Cada paso, cada día, nos había de acercar a un estado de mayor reto: más altitud, menos confort, cambios en la comida, temperaturas más bajas, cansancio acumulado, adaptación al resto de compañeros de equipo… precisamente cuando más grande es el reto que afrontamos , mayor es el potencial de superación.

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Eso sí, cualquier reto de un lado requiere preparación y disposición para alcanzarlo, y de otro implica la aceptación del riesgo a fallar, de la incertidumbre sobre su plena consecución. Estos son los ingredientes básicos de la aventura. Y de las sensaciones que nos hacen sentir vivos, presentes.

Cada uno era un abanico de posibilidades para el resto,  cada miembro del equipo éra, al fin y al cabo, el mejor recurso disponible para alcanzar los tres propósitos comunes

La primera parte del itinerario consistía en aclimatarse y explorar la cultura del imperio Inca. Partimos de la histórica ciudad de Cuzco / Cusco, heredera del epicentro social, cultural y político de los incas y del colonialismo, que es hoy mestiza, andina, hermosa y turística. Sus 3.400 metros sobre el nivel del mar son la cabecera del Valle Sagrado y todos los centros arqueológicos que lo componen: un patrimonio cultural que aún hoy en día se está estudiando e incluso ampliando, con el hallazgo de nuevos yacimientos. El imperio Inca dejó su huella bien impresa en el territorio: ciudadelas, fuertes, templos de adoración al sol, centros de investigación agraria y, por supuesto, todo lo que su lengua no escrita no llegó a transmitir por falta de interés, sensibilidad o humildad de los colonizadores.

La preparación propuesta se había planteado como una reproducción de las condiciones que nos íbamos a encontrar durante el trekking formativo, de una manera progresiva y no extrema durante los 5 meses previos: poner a prueba todo el material, entrenar el cuerpo o asumir cargas y volúmenes de trabajo previstos y a nivel mental experimentar sensaciones que tendríamos durante la expedición, como el dormir en tienda de campaña, el frío, el esfuerzo o la adaptación. Como cada uno se había preparado de forma diferente había llegado el momento de disponernos al factor equipo. Cada uno era un abanico de posibilidades para el resto,  cada miembro del equipo éra, al fin y al cabo, el mejor recurso disponible para alcanzar los tres propósitos comunes.

Poco a poco nos acercábamos al primer gran hito: la ciudad de la élite Inca, Machu Picchu. Con uno de los dos equipos nos sorprendió una huelga de agricultores, que había cortado el acceso rodado por 4 puntos distintos. Establecimos nuevas posibilidades, los riesgos y costes de cada una y, finalmente, escogimos la opción más aventurera. Supuso un largo día de sorpresas: viajar a bordo de un camión de carga, limpiar el camino de barricadas, cruzar el río Urubamba en una oroya (tirolina), caminar de noche y en absoluta soledad, con aceptación, abiertos al cambio y adaptándonos a lo que se nos fue presentando por delante. Y lo afrontamos, y nos unió, y lo disfrutamos.

trekking Machu Picchu

Machu Picchu es espectacular. Con la ilusión que da explorar un lugar reconocido como una maravilla del mundo, el tiempo nos acompañó y ascendimos una de las dos montañas que custodian la ciudadela, el Huaynapicchu. Quedaba muy poco para comenzar el trekking alrededor del Ausangate, mentalmente ya íbamos dejando atrás los “lujos” como dormir en una cama, comer en sencillos restaurantes, o hacer uso de confortables lavabos. Nos esperaba la intimidad y dramatismo de los Andes, paisajes imposibles, sensaciones únicas.. . La autenticidad llamaba a la puerta personal de cada uno, con un espejo en la mano

Habiendo cargado nuestra furgoneta con el material necesario para los 8 días de expedición se incorporaban al equipo el cocinero y su asistente. Los arrieros –encargados de los caballos de carga, del montaje diario del campamento, y del soporte al cocinero- nos esperaban en Coñamuro, a 3.890 metros de altura, desde donde comenzaba el gran reto conjunto. La expedición emprendía sus primeros pasos.

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Ese primer día, durmiendo ya en tiendas de campaña, cenando cuy a la brasa (un plato típico de los Andes), contando con una sencilla letrina y sin cobertura en el móvil para el resto de días, la esencia de la aventura provocaba ya proyecciones tanto de excitación hacia lo salvaje como de respeto hacia la ausencia de comodidades. El equipo como tal, y cada uno de sus componentes, iba a afrontar cada día un nuevo hito que superaría al anterior, cambios, adversidad y recompensas disponibles sólo en el presente.

En el momento en el que nos encontrábamos el factor psicológico tanto a nivel individual como colectivo era la clave. Un buen ambiente, humor, curiosidad para descubrir y dejarse sorprender, disposición a adaptare a los demás, estar pendiente los unos de los otros o contribuir a los objetivos grupales facilitaría una mejor aclimatación a la altura, una conexión más profunda con las montañas, y una mayor capacidad de sobreponernos a la adversidad.

Los paisajes eran de ensueño. Hielo en todas las vertientes del macizo, roca y tierra de todos los colores en contraste con un cielo blanquiazul. Arroyos donde devolver la vida a unos pies fatigados. Estanques celestes e inmensidad que invitaba a ir más allá, más adentro, a agradecer, reconocer, sonreír y abrazar el momento.

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A nivel físico estábamos respondiendo bastante bien, aunque algunos no se encontraban a su 100%. El mal de altura afectó en un grado leve y moderado a algunos miembros del equipo. Gestionamos insuficiencias respiratorias esporádicas, dolores de cabeza, debilidad, falta de apetito.. Era vital velar por una hidratación continua, descansar por la noche sin pasar demasiado frío y progresar lentamente pensando que aún nos quedaba mucho por delante.

Cada mañana hacíamos un ritual para solicitar al Apu Ausangate – Dios de la montaña-, permiso de paso y agradecimiento, más las peticiones que cada uno quisiera añadir, en silencio. Tina –guía peruana que nos acompañó de inicio a fin- nos daba 3 hojitas de coca (planta sagrada de los Andes) que tomábamos con las puntas de los dedos y orientábamos hacia la cumbre del Ausangate, soplando tres veces mientras repasábamos mentalmente nuestras peticiones. Más allá de las creencias personales, no sólo respetamos la cultura local si no que también fuimos partícipes de ella activamente.

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Ser testigo de la superación de otra persona en directo es un auténtico privilegio

Cada Abra (collado de montaña en lengua Quechua) que superábamos era motivo de celebración, de abrazos y de muchas sensaciones. Personalmente suponía una motivación extraordinaria. Pero lo que es prácticamente inexplicables es la emoción profunda, completa y vibrante que sentimos cada vez que hicimos cumbre por encima de los 5.000 metros. Pensando en aquello que nos había llevado tan lejos, con tantos pasos y esfuerzo, teniendo presentes a personas muy especiales o simplemente sintiendo una conexión profunda con el momento. Puede que nos cueste ver nuestro propio potencial y capacidad interior y es en esos momentos cuando más evidentemente se manifiesta. Además, ser testigo de la superación de otra persona en directo es un auténtico privilegio.

Todo se ve según lo mires. Reconocer desde dónde estamos mirando y comprender que todos tenemos nuestra propia manera de mirar es un ejercicio liberador

En momentos de soledad, descanso, reflexión o de puestas en común mirar un poco hacia atrás nos pone en perspectiva y nos ayuda a entendernos mejor. Si, además, este ejercicio se lleva a cabo desde un lugar elevado, como una cima o un collado, mirando físicamente atrás al camino recorrido, es más fácil sentirse orientado. Todo se ve según lo mires. Reconocer desde dónde estamos mirando y comprender que todos tenemos nuestra propia manera de mirar es un ejercicio liberador.

Almorzamos en paisajes imposibles, pasamos por la Montaña de Colores, afrontamos y superamos nieve, lluvia, viento, frío y calor. También el intríngulis de una evacuación preventiva, con final feliz. Picos, collados, hielo y agua.. Vicuñas, vizcachas, alpacas y llamas.. infinitas estrellas en cielos de ensueño.. Y, paso a paso, presente a presente, lo conseguimos, juntos.

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Nostálgicos, extraños, nos despedimos de las montañas sagradas para poner rumbo a Paracas y las Islas Ballesta, en el océano Pacífico, donde culminaríamos este viaje tan difícil de olvidar. Allí descubrimos más belleza y abundancia observando la fauna marina justo ante un desierto inmenso. Más contrastes extremos justo antes de la última cena en Lima, celebrando los pasados 18 días de aventura y también la que nos esperaba ante nosotros.

Fluyendo en la energía que todo lo contiene, todo lo entrega y todo se lleva.

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equipo LIFE

Pablo Lapuente y Toni Abelló
Pablo es Coach/formador y Toni es formador y diseñador de contenidos. Desarrollan habilidades de Inteligencia Emocional y Liderazgo en LIFE Leadership School, desde donde proponen Trekkings formativos a países como Nepal y Perú, Campamentos para adolescentes en los Pirineos y Formaciones para Empresas. También son guías de montaña y colaboran con la sección de Ekke Natura del Ekke